«Yo... Don Evaristo Carrasco»

Don Evaristo Carrasco llegó a lo alto de la cima , descendió de su hermoso caballo negro para poder visualizar mejor hasta donde se extendían sus dominios. Una vez más estaba seguro que había cerrado un buen trato, aquel infeliz que en la desesperación se había jugado en aquella timba esas tierras de cultivo en España, resultó mucho más fácil que sus "negocios habituales", a veces, no resultaba agradable escuchar los llantos y súplicas de aquellas familias que llegado el momento de pagar los préstamos que habían avalado con sus humildes casas y confiando que el cielo les obsequiara con una abundante cosecha, llegado el momento no era así y de la noche a la mañana se encontraban en la calle, simplemente con lo puesto y unos cuantos hijos. Esto fue pan comido, ya se sabe, las deudas de juego son sagradas.  El viaje resultó fatigoso y largo en el barco hasta la costa de Galicia, el recorrido hasta llegar a sus nuevas tierras se hizo en ocasiones insufrible, su mujer no paraba de quejarse y repetir que estaba segura que su hijo acabaría por salir en uno de aquellos saltos que sin tregua tenía el carromato donde la habian "acomodado" ya que debido a su abultado vientre era impensable que lo hubiera echo a lomos de un caballo, además Don Evaristo soportaba de muy mala gana y con peor humor a la vieja negra que acompañaba a " su niña", mascando aquel asqueroso tabaco sin cesar, lanzando improperios sin agotarse y maldiciendolo cada vez que él se aproximaba al carromato para ver cómo estaba su esposa. Durante el tiempo que duró el viaje albergó la esperanza que aquella vieja endemoniada sufriera un accidente y se quedara por el camino, pero algo la protegía, seguía viva...
CONTINUARA