No sabes dónde vamos, pero sabes que hay juguetes y mamá te ha dicho que va a ser divertido. Has desayunado, te has vestido y al ir a abrocharte las zapatillas te has acordado de que no habías cogido tu muñeca. Te espero, no tenemos prisa. Estamos en el periodo de adaptación, ¿el tuyo o el mío? Eso no lo tengo claro.
Me das la mano y llamamos al ascensor, en los doce pisos que nos separan del suelo pienso en qué momento has podido crecer tanto. El primer día de cole siempre se ve como algo muy lejano y de repente, pestañeas y ahí estamos, de la mano enfilando el camino que durante este año haremos tantas veces.
Ahora te tienes que quedar aquí y luego mamá vuelve a buscarte. La frase suena más fácil de lo que verdaderamente es, ¿Cómo te vas a soltar de mí? ¿Cómo me voy a separar de ti? Lloras, te enfadas y dices que no, me miras, me suplicas, en tus ojos solo veo angustia y miedo y yo lo único que te puedo decir es que ahí vas a estar bien, que mamá volverá enseguida. Unos brazos te arrancan de mí, luego vemos a mamá y me cierran la puerta. Y ahí me quedo, sin ti. Escuchando como lloras y yo sin poder llorar “porque eres adulta y sabes que todo es normal”.
Mamá volverá a por ti. Porque sé que durante todos los minutos que estoy separada de ti, adaptándonos a la nueva situación, estaré pensando en ti. Deseando que llegue la hora para volver a tenerte en brazos. Porque sé, que tarde o temprano, tu te adaptarás a estar sin mí, pero yo jamás podré adaptarme a estar sin ti, aunque nunca lo deje ver.