«Un ritmo nuevo»

Mis dedos parecen acariciar las notas de Chopin mientras el bus se acerca al instituto.

Al entrar por primera vez, me siento perdido en ese mundo de adolescentes gritones, chicos y chicas de mi edad que aúllan en una cacofonía desordenada, niños que se abrazan y golpean las puertas de las taquillas, forzando una extraña y primitiva melodía en este caos que va a ser mi mundo en el nuevo curso. Mis dedos siguen anhelando volver a Chopin mientras me adentro en esta marabunta salvaje que me causa terror y fascinación por igual, como si el espíritu indómito de Beethoven se abrazara a la suavidad de tacto de Debussy.

De repente estoy en clase, y alguien me saluda, y luego otro se acerca, y me encuentro inmerso en una realidad que cobra un nuevo sentido armónico. Noto que alguien palmea mi espalda, oigo palabras de aliento y bienvenida, y son como arpegios que se abrazan dentro de mí. Una chica me mira y se sonroja, apartando la mirada con una sonrisa. Quizás se encuentre, al igual que yo, presa del vibrato que me agita por dentro al mirarnos. Quizás, algún día, entrelacemos juntos las notas de nuestras vidas, haciendo corcheas con nuestros sueños.

Se acerca el profesor y me presenta, y me siento como la pieza que faltaba en aquél pentagrama de sonidos entremezclados. El continuo paso de los días me adapta más y más a la melodía del aula.
Todo cobra un ritmo nuevo.
El caos se ha vuelto armonía para mí.
Realmente, estoy en casa.