—¿Yo voy cude como tato?— La lengua de trapo de Marco siempre hace que una sonrisa florezca en mi cara. A sus 2 años 6 de cada 10 palabras son incomprensibles, o al menos solo comprensibles por su madre o su hermano Nico de 5 años, yo le entiendo a duras penas la mitad de las veces, pero esa frase suena claramente desde que acompañamos a Nico al colegio y por fin mañana es el momento de Marco.
Llevamos varios días preparando todo el “ajuar": Su mochilita, el baby con su nombrecito bordado (Menos mal que se llama Marco y no Nabucodonosor porque he tardado 6 horas en bordarlo), una taza para la agüita, pañuelos y algunas cosas más. La verdad es que con Nico estábamos nerviosos, pero no sé porque con Marco, al menos yo, tengo esas mariposillas en el estómago como si el que fuera a ir al “cude" fuera yo. Será porque Marco es más movido, será porque por el covid ha estado menos con niños que Nico… No lo sé, pero sé que si mañana al llegar al colegio Marco llora o monta una pataleta lo voy a pasar fatal.
Ya estamos en la puerta del colegio, Nico nos acompaña porque entra 10 minutos más tarde. Marco lleva su mochilita con sus cosas, sale su profesora y con voz dulce le dice – Hola Marco soy la señorita Lucia ¿Quieres venir a jugar a clase?— Marco me mira y me pregunta —¿El cude?— y le respondo —Si cariño, es tu profe, ya vas al cole—. Con la misma Marco se da la vuelta, nos dice adiós con la mano y marcha feliz rumbo a su clase.
Nico también sube su rampa. Con los dos en sus clases una lágrima resbala por mi mejilla.