—¿Por qué llora, madre? Han perdido los nuestros, no se enoje, no merece la pena —trató de consolarla al leer la noticia en el diario que descansaba sobre sus rodillas.
—No es eso hija. Mira, lee esto —le tendió el noticiario.
—¿Qué quiere que lea, madre? —reparó en sus ojos brillantes y en el gesto tan familiar al morderse el labio.
—Observa estas fotos, fíjate en ellas y lee lo que pone al pie —la indicaba su madre con el dedo.
—“Don Miguel de Unamuno, con su esposa e hijo Pablo, dirigiéndose a emitir el sufragio” —su madre deslizó el dedo a través de la página de El Adelanto para detenerse sobre otra fotografía— “Aquí se ve la novedad de estas elecciones: una joven votando en una mesa donde la presidenta es también mujer, así como la interventora” –su hija alzó las cejas solicitando una aclaración—. No lo entiendo, ¿es esto lo que te entristece?
—No estoy triste, mi amor —dijo en el momento que su sonrisa descubría patas de gallo en su rostro—. Estoy orgullosa, las lágrimas se me escapan de emoción. Han perdido los nuestros, sí, es verdad. Pero hemos ganado todas. La imagen de esas mujeres votando significa mucho, ahora no somos capaces de apreciar la magnitud real de este logro. Debemos estar contentas: tus hijas y las hijas de tus hijas tendrán una vida más justa, tendrán más libertad.
—¿Qué pasa? ¿Aquí no se come o qué? ¡Basta ya de tanta cháchara y poner la mesa que tengo hambre!
—Hagamos caso a tu padre, que cuando se enfada se pone muy feo —le susurró a su hija. Las dos se encaminaron hacia la cocina entre risas cómplices.
El giro final es muy bueno, con el machismo en primera fila, enhorabuena Tomás
Saludos Insurgentes