«Amor propio.»

Soy la chica rara, la chica rara de la escuela, la chica rara del pueblo de mis abuelos y de la ciudad en la que vivo, incluso soy el bicho raro de mi casa. Nací con un tono de piel diferente, tirando a morado, un color que he odiado toda mi vida por ser el distintivo de mi rareza, por tener que vivir con el, por tener que maquillar mi piel día tras día para intentar ocultar, en vano, que soy diferente. Desde pequeña este hecho ha sido el que ha marcado mi historia, nadie quería ser mi amigo ni jugar conmigo, decían que si me tocaban les pegaría el color, así que yo siempre estaba apartada, sola y triste en un rincón del patio viendo a los demás niños jugar, quererse y sentirse acompañados. 
Cuando cumplí los dieciocho pedí como regalo operarme, despigmentar mi piel hasta ser de un color más aceptado y mis padres me apoyaron porque sabían el sufrimiento que me causaba ser diferente. Pero entonces conocí a María, que sí se atrevió a acercarse a mí y me tendió su mano, deshaciéndose en halagos hacia mi piel, diciéndome que sentía envidia porque yo pudiera ser diferente y tener un color tan bonito adornando mi existencia.
María se convirtió en mi mejor amiga, la que abrazó mi color, mis complejos, mis diferencias, la que me quiso tal y como era y la que me enseñó a quererme a mí misma, aceptarme y darme la oportunidad de ser feliz. Gracias a María aprendí que el amor no entiende de colores, ni de rasgos, ni de rarezas, el amor es incondicional cuando es verdadero, por eso conservé mi color, porque quien me quiera tiene que quererme con todo lo que yo soy, al igual que yo me quiero ahora.