Ana había perdido a su marido el mismo día que nacía su hijo, Miguel tuvo un fatal accidente camino del hospital. Fue un hijo anhelado mucho tiempo, que por fin llegaba después de haberlo intentado durante años. Ana no fue informada de la noticia hasta después del parto. Para ella no hubo consuelo ninguno, ni tan siquiera el de su nuevo hijo. Poco a poco se fue resignando y aquel niño, que fue bautizado con el mismo nombre que su padre, se convirtió en el apoyo que la hizo sobrellevar la terrible ausencia de su amado. Aunque de alguna forma, sentía que no les había abandonado del todo.
Miguel fue creciendo y llegó el momento de empezar el colegio. Hasta ahora Ana, no se había separado de él en ningún momento e incluso se lo llevaba a la peluquería en la que trabajaba. El primer día de colegio, fue muy duro para Ana, se le hacía todo un mundo estar separada de su hijo, aunque tan solo fuera unas horas. Poco a poco se fue acostumbrando, aunque todos los días contaba los minutos para ir a recoger a su pequeño.
Hubo un día en el que las cosas se complicaron en el trabajo, no podía llegar a tiempo a la salida del colegio. Cuando por fin salió del trabajo, cogió su coche y a toda velocidad se dirigió a la puerta del colegio, pero ya era tarde, Miguel ya no estaba allí, pero sí la tutora, que increpada por Ana contesto:
—Se ha ido con tu vecino, nos has dicho que tú le habías enviado.
Ana alarmada, después de llamar a la policía, acudió a su casa, allí se encontró al niño, le abrazó y el niño le dijo:
—Tranquila mama, me ha traído papá.