«Ármate de palabras»

A, con la «a» hacemos el femenino de muchas palabras, así me lo enseñó la maestra en la escuela. Yo me imaginaba esa A enorme, necesitaba que esa A fuese fuerte, plantada en el suelo con esas dos piernas, en mayúscula. Me la imaginaba con botas altas de color rojo, con buena suela, todoterreno. Los brazos en jarra y la espalda recta, el mentón alto, orgullosa, guerrera, fuerte y poderosa. Que pusiera en su sitio las cosas. Yo usaba la A para otras cosas: ¡A la mierda! ¡A la porra! ¡Ah! ¡Ay!, también empiezan por «a». ¡A babor! ¡A estribor! Me gustaba jugar a que iba en un barco pirata, deslizándome sobre las olas, sin nada que me estorbaba, solo las ballenas y los delfines, los peces voladores, la espuma del mar y el sol en la cara. A escondidas tenía que jugar para que no se enfadara, sobre todo si me reía o hacía ruido. No le gustaba mi risa. No le gustaba mi voz. A él no le gustaba yo. A bailar, me hubiese gustado que me hubiese sacado a bailar en la fiesta del pueblo, como hacían otros padres.

Mediante la imaginación y los sueños escapaba de aquella ratonera. Mediante los libros y los cuentos encontré consuelo y amigos del alma que no encontraba en esta dimensión. Construía un fuerte, una casita en el árbol, metida entre las estanterías y me arropaba con las portadas multicolores. Mediante esta carta quiero contaros cómo me sentía. Mediante la luz que da un relato, os enseño mi mundo oscuro. Mediante la palabra una persona sana muchas cosas. Mediante la escritura hacía y hago terapia. Mediante las letras se forman nudos, líos y desenlaces. Necesité y encontré un desenlace, aunque fue mediante las teclas.