Se cree que lo más importante de los Magos fue la llegada al pesebre de Belén para adorar al niño. Pero lo que muy pocos saben es que el hecho más importante ocurrió a media travesía: cuando los Reyes Magos pasaron de ser cuatro a, simplemente, tres.
—Mirad, una duna de servicio. Paremos un rato porque los camellos están al límite.
—Baltasar, aquí las órdenes las doy yo.
—Es verdad, Artabán... Ruego que me disculpes, pero recuerda que mañana es sábado y estamos entrando en zona judía. Mañana no encontraremos nada abierto.
Los magos dejaron a los camellos en el abrevadero junto al oasis mientras se resguardaron en una pequeña jaima para cenar.
—Ya está decidido, nos llamaremos Artabán y los tres Aprendices de mago.
—Se te olvida que todos somos magos —dijo Melchor.
—Pero yo soy el más grande. Está bien, nos llamaremos Artabán y los tres Magos.
—Y no sería mejor llamarnos los cuatros Magos —propuso Gaspar.
—Sería una opción, pero recuerda que de todos soy el mago más poderoso, por eso he de ir primero…
—Pero también eres el único que no es rey —opinó Baltasar.
—No se hable más, Artabán y los tres Reyes Magos, ¿mejor?
Los tres se miraron y no contestaron, pues sabían que tenía demasiado ego. Durante toda la cena Artabán estuvo comentando como harían la puesta en escena durante la adoración para que su figura sobresaliera al resto.
Poco antes de reemprender el viaje, Artabán tuvo varios retortijones que le obligaron a visitar las letrinas de la duna de servicio poco antes de que esta cerrara. Lo que no sabía fue que alguien lo dejó encerrado.
—¡Partamos! —sugirió Baltasar.
—¿Y Artabán? —preguntó Gaspar.
—Creo que es hora de que los tres Reyes Magos nos pongamos en camino —dijo Melchor entre risas.
Saludos Insurgentes