El sabor a sangre inundó mi boca en el momento en que clavé mis dientes con fuerza en mi lengua, mis palabras necesitaban de dolor físico para no atreverse a resonar con mi voz. La mujer me miraba con lágrimas y juicios en los ojos, y su nariz temblaba furiosamente cada vez que tomaba aire. Ese era su final. Ambos lo sabíamos.
Nadie enfrentaba la muerte con dignidad, quizás únicamente conservaban un ápice de orgullo aquellos que no eran conscientes de que estaba muriendo, pero esa mujer, ella sabía exactamente qué le haría. Y no se molestaba en ocultar su pánico.
- Por favor- suplicó paralizada por el miedo y sin dejar de temblar. – No lo hagas.
No tenía elección. Estaba en mi naturaleza ser su salvador, aunque ella no lo supiera. Debía morir para ser ascendida, debía morir para comenzar a vivir. La estaba librando del dolor, de la mísera existencia que llevaba…
Las palabras reptaban por mi garganta, queriendo calmar su miedo, queriendo que aceptase la muerte con serenidad, pero al final me mantuve callado. El miedo era poderoso, y aunque ella lograría ascender igual, su miedo me serviría mucho más que su muerte.
Era una obra. Una obra maestra construida con todas aquellas almas liberadas, pintada con sangre y carne. Era un artista creando arte en un mundo que le había vuelto la espalda.
Tu alma estará a salvo, podría haberla dicho, pero necesitaba su miedo. Necesitaba que en su rostro quedara grabada una mueca de terror, para así usar su cuerpo de la forma en que había planeado. Ella sería mi tercer trabajo, ansiaba conocer qué título le pondrían los policías.
- Por favor. – repitió de nuevo.
Pero mi convicción era fuerte, y mi talento también. Lamentablemente no podría darla una muerte rápida.
De lectura fácil y rápida.
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes