«Azahar»

- Muchas gracias - dijo mientras cogía en sus manos la carpeta que se había dejado en casa. - Me has salvado la vida - continuó. - Entrego esto, y nos vamos -. Yo miré a mi alrededor - ¡Ni respires cerca de esa mesa!- Advirtió ella antes de marcharse. Mientras esperaba, pensé en la emoción de mi hermana tras el reciente hallazgo. Objetos de hace miles de años, y según sus propias palabras: "Uno de los mayores descubrimientos de la historia del arte". Todos ellos, relucían tímidamente bajo la pátina. Pero mi vista se dirigió a una pulsera en particular. Una fina chapa dorada, repujada con pequeñas incrustaciones.  El diseño algo tosco le daba una belleza particular. Me acerqué y baje la cabeza lo suficiente sobre la hermosa pulsera sin tocarla.  Sentí una fuerte conexión con la joya. Era como si la hubiera visto miles de veces. Al acercarme noté el olor del azahar. Qué extraño. Cogí unos guantes, olvidando la amenaza de mi hermana y tomé la pulsera entre mis temblorosos dedos. Como si fuera un acto reflejo, la coloqué alrededor de mi muñeca. El frío metal besó la cálida piel que vibraba con cada latido, como si la hubiera echado de menos. El olor  del azahar comenzó a ser más fuerte y la hipnosis del dibujo de la pulsera hizo que sintiera un fuerte mareo. Al levantar la vista, la mesa no estaba, tampoco el salón. Me encontraba debajo de un naranjo en medio de la nada. - ¿Qué demonios?- dije para mí misma. Al girarme pude ver unos ojos despiadados que sujetaban una Falcata. Esta destelló justo antes de hundirse en mi pecho y salpicar el rostro de ese hombre. Una suave brisa movió mi pelo e hizo revolotear unas minúsculas flores de azahar.