Cuando cae la noche sobre los campos de la desesperación, y el silencio inunda las llanuras; donde los vivos duermen y los muertos descansan, un niño llora bajo el ciprés.
Sus lágrimas han dado vida al árbol que custodia las tumbas del cementerio. Y allí, solo, noche tras noche, recuerda su corta vida como lo que pudo ser y no fue, mientras excava un agujero en la tierra con sus suaves y finas manos...De su mente extrae recuerdos de los amigos que fueron y un día le dieron la espalda, sólo por ser diferente, y buscar una nueva ilusión.
Recuerdos de su padre, que una noche en el campo, rajó a su mula y la vació, sólo para refugiarse de la tormenta, y un rayo le mató. Donde también había un pozo y un nogal, y la más oscura de todas las noches de invierno.
Y el agujero se hacía más grande...
Recuerdos de su hermano, que un día se fue para buscar algo, y lo encontró. Ahora escribe cartas bonitas, y sueña con revolverle el pelo, una vez al año.
Los más bellos recuerdos de su madre, que tanto le quiso, y un cáncer se la llevó. Los tres últimos meses de sufrimiento valen más que el año y medio que luchó contra esa puta enfermedad.
Y en sus ojos quedó grabado a fuego, y el agujero se hacía cada vez más grande...
Recuerda aquella chica, que siempre fue su amiga y compartieron secretos y tantas tardes de verano, con el nombre más bonito que una niña pueda tener: Cristal María. Y como corrían por los tejados y jugaban en el granero, y veían las puestas de sol del mejor verano de sus vidas. Desgraciadamente murió, de una de esas enfermedades de las que mueren los niños, desgarro vaginal o algo así.
“Ya casi entro entero...”
Y que me dices del perro, negro y tres veces más grande que él. Le quería, le quería mucho, siempre jugando y dándole de comer, tirándole del rabo, escondiéndole la cabeza. Un día el perro le salvó de que una rata gigante se lo comiera. Le quería. Le quería de verdad. Murió en sus brazos tras ser atropellado. El perro lloraba y le miraba, lloraba y le miraba; pero los perros no van al cielo. Otra desilusión más con esta religión.
“Ya entro. Ahora me tapo con tierra. Me echo la tierra encima...”
Tantos minutos en tan pocos años...
Tantos recuerdos para una mente quizás un poco pequeña.
Tantas noches llorando...
“Aquí me quedo, donde están los míos, donde está mi ciprés.”
Me ha gustado!
Saludos Insurgentes