«¿Cómo entenderlo?»

Mayra, pequeña y feliz, ajena a los problemas del mundo y de su propia familia. ¿Cómo ver la oscuridad con ojos tan inocentes? Pero, cual vendaval, toda la realidad de la pequeña cambia en segundos. Una frase seca, desprovista de emoción le dice lo que ningún niño debería escuchar jamás: Mayra, tus padres sufrieron un accidente y murieron.
Mayra es demasiado tierna para entender el concepto de muerte pues en los cuentos siempre hay algo que lo cambia todo, pero para desgracia de la pequeña pasan pocos días hasta que se percata que su papá y su mamá no volverán. Sola en la pequeña casa dónde vivían, ya no hay risas y bromas, tan solo el flojo llanto de un niña que no puede entender lo que sucede. Nadie viene a casa; nadie trae comida; nadie la abraza y juega con ella; y, un buen día, no puede encender la luz con los interruptores. Ese día se atreve a salir fuera pero tiene miedo, la gente hace cosas extrañas y nadie la mira, ¿se ha vuelto invisible? Observa la polvorienta calle donde tantas veces había jugado a la pelota con su mamá o su papá la había hecho volar, pero ahora le da miedo ni siquiera parece el mismo lugar. Pero es ahí cuando escucha un voz, apagada y sin emoción, asegurándola que ahora le toca ser adulta. ¿Qué es ser adulta? se pregunta ella. Y esa misma mujer la lleva a un sitio parecido donde trabajaban sus padres, pero más oscuro. Ahí la mandan ir a un sitio donde puede ver más niños, pero ninguno sonríe. Todos hacen lo mismo, meter cosas en bolsas con letras raras. Ahí empieza ella a trabajar pero aún inconsciente que su infancia, tal y como la conocía, llegó a su fin.