Malditos mequetrefes, con sus nuevas tecnologías y sus puñetas… No, señor, no me da la gana de plegarme a sus caprichos. Un respeto a los veteranos, a los que trabajamos como dios manda.
¡Arrea, que me pilla! ¡Volado va el tío! ¡Vaya susto! Sí, estaba rojo el semáforo, me he despistado. No, no veo mal, por mucho que se empeñe Claudia. Veo perfectamente. Si ella me ayuda es porque le gusta, desde siempre se ha ofrecido para pasar mis novelas a máquina. De ordenador nada. La escritura a pluma, a bolígrafo o lápiz, si acaso. Con el papel delante. Eso es lo que inspira, el papel y la pluma.
Seguro que estos me dicen que le pase copia por el correo electrónico. Pues va a ser que no. No hay copia de ordenador. Claudia usa la máquina tradicional, la de rodillo y cinta de toda la vida. Ella sí que me entiende. Si quieren copia, que lo pasen ellos.
¡Mala suerte que cambiara la dirección! Con los dueños de antes era más fácil. Ni una queja por mis originales. Igual los hubieran aceptado escritos a mano. O mecanografiados en papel de regalo.
Pero estos jovenzuelos ambiciosos, estos no hacen más que poner pegas.
Pues mi novela se la van a leer en papel, como a mí me da la gana. A ver si tienen agallas de deshacerse del escritor que más dinero ha hecho ganar a la empresa. Que se atrevan a rechazar mi novela.
Pero, ¿no llevaba yo una cartera? ¡La cartera! ¡El manuscrito! He salido de casa con ella. ¿La he perdido cuando casi me atropella aquel loco?
(Dejamos al insigne escritor volviendo atrás para buscar la cartera extraviada. No es grave. Claudia escanea todos los textos en una papelería en cuanto termina su labor de mecanógrafa.)
Está escrito perfectamente: resulta muy fácil ponerse en la piel de esa escritora que detesta las nueva tecnologías.
Chapó, mujer.
Buena historia.
Saludos Insurgentes
¡Enhorabuena!
¡Enhorabuena! Carmen