Sentado aquí todavía me resulta imposible saber como llegué hasta aquel lugar tan lúgubre y misterioso. Había tomado un avión con destino a México DF en la Navidad de 2012. Desde el momento que pisé el suelo del avión, me sentí observado por aquella mujer. Sus ojos penetrantes y oscuros me hipnotizaron desde el primer momento. Vestia una blusa blanca que marcaba sus abdominales y una falda del mismo color resaltaba su figura esbelta y atlética; su pelo, suelto y largo, brillaba incluso en la distancia.
Desperté en una pequeña habitación con divisiones en ladrillo y la luz blanca de un flexo iluminando mi cara. Resonaban palabras en un idioma que no entendía; un brebaje y de nuevo esa lengua inconexa, me transformaron en lo que soy ahora.
La mujer era la misma del avión; de edad avanzada y constitución fuerte, vestía ropas holgadas y blancas; con un collar de cuentas blanco en su cuello y un pelo, cubierto con un pañuelo blanco, recogido con un nudo en la frente, era su verdadero aspecto.
Ahora soy un zombie. Mi cuerpo está pesado y arrastra unas piernas que apenas tienen fuerza, dejando surcos a su paso. Tengo momentos de rabia y furia imposibles de controlar, siendo mis ropas, víctimas de mi locura . Mi piel se ha vuelto blanca y mis ojos, llenos de ojeras y con venas rojas, están hundidos.
Aquella mujer absorbió mi alma para hacerse más fuerte. No soy libre y nunca lo seré; mi trabajo es conseguir candidatos para la sacerdotisa. Aquella mujer haitiana, antigua esclava en 1863 perdió la vida, y a cambio de esta “libertad”, hoy es dueña de un poder que solo ella puede dominar.
Mi vida pasada ya no existe.
Me ha encantado Mencía, enhorabuena.
Saludos Insurgentes