Por un momento pensé en perdonarte, juro que se me pasó por la mente presentarme en la puerta de tu casa y decirte que te perdonaba aquella infidelidad.
Como todas las decisiones que tomamos, la balanza se decanta hacia un lado u otro y eso nos hace decidir. En este caso, el orgullo pesó más que todos los buenos momentos de nuestra relación, nuestros viajes, cómo construimos un hogar, incluso que nuestro pequeño Jimmy.
Por un momento confieso que también pensé en pegarle una paliza a Scott, por meterse en nuestra relación y fastidiarlo todo. Te hace sentir mejor poder culpar a alguien de fuera, pero todos sabemos que los verdaderos culpables fuimos nosotros por descuidarnos.
Ahora, sí iría a esa cena que preparaste y no me quedaría en la oficina terminando aquella presentación. Iría a aquella escapada al campo, en vez de ir al partido con mi jefe. Y todas las mañanas al salir de casa te miraría esos impresionantes ojos verdes y te diría que te quiero.
Pero ese momento ya ha pasado, ya sabemos que a veces la vida te hace aprender y ver las cosas cuando ya no hay marcha atrás.
Miro cómo el doctor avanza por el pasillo y se detiene junto a la hermana de Scott. Ahora le contará de una manera mecánica que su hermano no ha podido recuperarse tras el accidente. Su grito de dolor hace temblar los cimientos del edificio.
Ahora, al llegar a casa le diré a Jimmy que siempre cuidarás de él y que su madre es la mejor madre del mundo, créeme que no durará de eso ni por un momento.
Aprovecharé cada momento con él y cada día al salir de casa, lo miraré a esos maravillosos ojos verdes, y le diré que lo queremos.
Carpe diem.
Saludos Insurgentes