«El acento de la vida»

Asomé la cabeza a través de la pantalla para conocer a uno de mis héroes, entre bambalinas.
Descubrí una sala oscura y dos butacones en donde reposaba una figura en cada uno. Solo pude apreciar sus siluetas.
Allí, asomado, cauteloso, al amparo del silencio, distinguí dos acentos claros: uno europeo, del Mediterráneo, creo que italiano; el otro, bien me pareció argentino.
Adiviné que el de acento del país americano era psicólogo y, el de acento europeo, su paciente.
Una losa plomiza quebró mi alegría al escuchar la terapia completa.
Así habló el terapeuta con su paciente:

- Vos no podés tratar de cambiar el mundo a golpes, primero tenés que cambiar por dentro. ¡Ya se acabó la impunidad del abandonado!
- La vida misma me es siempre hostil, ¿por qué no soy capaz de cambiar esa rutina, ese círculo, para ver la luz?
- ¡Vos no te suicidás por algo - repuso el terapeura -.
- Porque quien gobierna mi vida es la "mano maestra". Soy marioneta y menos que títere, pues siempre hay más sombras que luces en mi vida. "A veces vivo sin vivir en mí"...
- Comprendo - sentenció el terapeuta anotando en su libreta -. Angustia, pesadumbre, dolor, desesperación, un profundo vacío existencial, por no mencionar los secuestros que sufre su querida.
Asientió con la cabeza el paciente.
- Lo que para unos es puro cuento, fantasía y diversión, para otros es una vida tortuosa - pronunció mirándome a los ojos aquel sabio desconocido -.

Me descubrió e instó a su paciente a que me mirase a los ojos. Al ver sus lágrimas desbordarse, aprendí una valiosa lección: "hay tres cosas con las que nunca se debe jugar: el dinero, la comida y las personas".
Nunca más volví a jugar al Súper Mario, pero gané su perdón.
Desde entonces, su vida y mi conciencia están más tranquilas.