«El horror de la guerra»

Las lágrimas comenzaron a derramarse por mis mejillas como si de una cascada salvaje se tratase.

Estaba acostumbrada a trabajar en ambientes bélicos, a fotografiar escenarios de guerra para mostrar al mundo que la lucha, el egoísmo y la ambición no llevan a nada bueno, tan solo muerte y destrucción.

Mis ojos, a través de mi objetivo, habían visto demasiada sangre derramada e infinitas vidas arrebatadas de un plumazo pero esto, esto no tenía sentido ni explicación.

Era las 10:00 cuando los bombarderos aparecieron en escena. La mañana parecía tranquila, el cielo era de un azul intenso, en las calles se oía el cantar de los pájaros y el trasiego de una normalidad establecida dentro del caos y la guerra. De repente todo se volvió negro, ensordecedor,...

Las aeronaves dejaron caer sus misiles sobre el hospital materno infantil y la guerra cobró un sinsentido aún mayor.

Corrí hacia allí en cuanto tuve noticia del desastre, tenía que mostrar al mundo aquel horror, la crudeza que debía acabar ya mismo, debía sacar imágenes que llegaran a las mesas de los despachos desde donde se mueven todos los hilos para que reaccionaran, removerles las entrañas para que, de una vez por todas, pusieran fin a la guerra.

Cuando llegué comencé a tomar instantáneas de cómo habían quedado las instalaciones, muros derruidos que dejaban a la vista habitaciones y salas devastadas hasta que vi a los primeros heridos huyendo entre cascotes, mujeres embarazadas, sanitarios portando bebés ensangrentados, miradas de horror y lágrimas de desesperación, un río de sangre de un rojo intenso como jamás antes vi.

Mi cuerpo comenzó a temblar, mis ojos a llorar, mi mente no pudo hacer otra cosa que hacerme dejar la cámara, mi corazón me impulsó a correr hacia ellos a tenderles mi ayuda y solidaridad.