«El matadero»

Estaba emocionado, por fin asistiría al colegio. Me hacía ilusión poder conocer a otros chicos y hacer amigos, y por supuesto poder conocer algunas chicas.

Estaba aburrido de estar siempre en casa, mis padres contrataron a un profesor que venía por las mañanas a darme clases, para así poder dedicarme a tiempo completo a tocar el piano. Por las tardes venía una profesora a darme clases de piano y el resto del tiempo tocaba solo por mi cuenta o con mamá. Mamá era pianista profesional y quería que siguiera sus pasos, y yo estaba por la labor. Siempre me gustó mucho tocar el piano, pero a veces me cansaba de estar siempre haciendo lo mismo, a veces quería jugar, salir, o leer un libro... Pero mamá nunca me dejaba hacer nada.

— Si quieres llegar a ser un pianista profesional tienes que seguir practicando, no hay tiempo para nada más, no puedes perder el tiempo en chorradas, porque entonces solo serás un pianista mediocre y no podrás dedicarte a ello profesionalmente —solía decirme.

Entonces yo cedía, quería ser pianista de mayor, no quería convertirme en uno de esos adultos desgraciados que trabajaban en empleos miserables. Papá solía meterme miedo con eso.

El profesor que solía venir a darme clases enfermó. Mis padres querían contratar a otro, pero yo insistí en que quería ir a la escuela. Entonces mis padres cedieron, con la condición de que cuando se curase volvería a estudiar en casa.

Por fin llegó el día... Entré a la escuela, todos me miraban y murmuraban. Conforme avanzaba por el pasillo comenzaron a insultarme. Entonces comprendí que mi estancia allí no sería agradable, me sentí como un cerdo entrando a un matadero, me sentí como el toro que entra al ruedo para ser torturado hasta la muerte.