«En el Tren»

Clavo los dientes en el lápiz. Me devuelve el sabor áspero que me transporta a la infancia. Cuando escribo algo importante para mí necesito hacerlo a lápiz, supongo que su magia reside en lo reversible del acto, poder borrar y reescribir, segundas oportunidades que la vida real no suele ofrecernos.
A mi alrededor se apilan informes, libros, fotografías. Conquistaron hace mucho tiempo todas las mesas y estantes, los últimos años han plantado bandera en las sillas y en el mismo suelo.
Hoy es el día.
Después de más de diez años dedicados a una búsqueda casi imposible los datos aparecen ordenados ante mis ojos, los culpables expuestos, las conclusiones claras, el desenlace aterrador, irreversible.
Un tren, del que puedo mover la palanca de freno, pero su velocidad es tal que ya nada puede impedir que se estrelle.
Diez, quince años máximo y todo acabará.
Es irónico haber dedicado tantos años de mi vida para acabar averiguando que moriré en otros tantos, saber adónde ya no podré volver.
ELLOS saben que lo sé pero han dejado de buscarme, el juego del gato y el ratón terminó.
Me llegó su oferta, mil millones de dólares por mi silencio. Nunca un trabajo de investigación sería tan bien pagado para no ver la luz, o quizá sí, ¿hubo otros antes?, nunca lo sabré.
Mi informe puede retrasar lo inevitable unos pocos años, quizá otra década, aunque el riesgo de que cunda el pánico en todo el planeta es dolorosamente elevado. La Humanidad nunca se ha distinguido por gestionar bien sus emociones, quizá nos matemos entre todos mucho antes del fin de la Tierra.
Tomé mi decisión. Tiemblo.
La pantalla en azul me informa:
"Windows está instalando actualizaciones, no cierre el equipo".
Sonrío a mi pesar.
Bajo lentamente la tapa.