Ya lo decía mi padre, que estudiar audiovisuales con un máster en Guion de cine y televisión no me llevaría muy lejos. Y no sé si estaba o no equivocado, pero ya había perdido la cuenta de los Km que llevaba recorridos con esta cacharra de moto, eso sí, de mi propiedad, de segunda mano y un poco destartalada, pero de mi propiedad.
A decir verdad, ser driver no era algo que entrara en mis planes, pero la parte buena era que al final conocía a mucha gente, muchas historias que quién sabe si algún día podría contar al mundo.
Esperé el turno a que me dieran en pedido, revise la dirección de envío y era una calle que no me sonaba, sería una callejuela del centro. Bendito Google Maps. Efectivamente era una callejuela sin salida del centro más pintoresco de la ciudad. Lo primero que me sorprendió fue ver la escalera de salida de emergencias, siempre había pensado que era muy americano, pero supongo que en edificios tan viejos era la única solución que habían encontrado factible.
Subí las escaleras, por supuesto no había ascensor. Cuando llegué a la planta y encontré el número de la puerta me pareció curioso ver que detrás del número 20 había la sombra de un 5. Supongo que, en algún momento de la historia de este edificio, la numeración cambió.
Llamé al timbre y me abrió la puerta una chica delgada y morena que respondía al nombre de Mónica. No me lo podía creer. Y de repente, alguien me cogió del hombro para hacerse paso y coger el envío que llevaba. “¡Comida!” dijo el chico que fue reprendido por Mónica por el nombre de Joey.
Tal vez necesitaba un descanso.
Me encanta