«Entrevista mocosa»

Ahí estaba yo con los nervios de punta mirando hacia aquella puerta, donde parecía que nunca se iba abrir para mí.
De pronto abrieron efusivamente y me asusté, me levanté con una sonrisa, espalda recta y, por supuesto un saludo de manos con seguridad. Todo cambió al entrar en aquella oficina. Lo primero que visualicé en aquel habitáculo, un arbolito junto a la ventana, para mi disgusto, un olivo. En ese momento me vino a la mente la enfermera que me entregó el resultado de mis pruebas alérgicas; olivo 100% alérgica.
Disimuladamente fui contestando a todas las preguntas que me iba formulando el señor Andreu, sin embargo, mi alergia comenzó a surgir; los ojos se fueron humedeciendo al igual que la nariz, el picor insoportable iba creciendo, hasta que de repente salió un estornudo de los que salen disparados unos chorros de agüilla sin control. Me dio tiempo taparme un poco con el kleenex que llevaba en mi mano derecha, sin embargo, parte me cayó en los dedos. Me limpié con habilidad y disimulo en la tela de mi asiento mientras pedía disculpas, simultáneamente, volví a sentir que se acercaba otro estornudo, de forma que comencé a hacer aspavientos incontrolados. Salió un estornudo mayor que el anterior y, del esfuerzo se me escapó una pequeña ventosidad de la que intenté disimular, dando a entender que había sido el roce de mi zapato. En ese momento ya me daba igual el trabajo, decidí levantarme, pedir disculpas y marcharme.
Al salir me dirigí al aseo y busqué en el interior de mi bolso para confirmar que me quedaban kleenex, encontré algo mejor, dos támpax. Me los coloqué en los orificios nasales con desesperación. Por lo menos encontré un momento de alivio. Me miré al espejo y, me reí de mí misma.