«Viaje a la polinización»

Llegó ese día tan especial en el que todos los colegas salimos en busca de la flor perfecta. Consigo salir ilusionado por la gran aventura que me espera vivir. Me apetece volar y experimentar sensaciones nuevas. 
Mi pequeño cuerpo permite que logre elevarme lentamente, por lo tanto consigo visualizar toda la zona para pensar y decidir el camino que voy a tomar. 
Olfateo con placer porque todos esos seres humanos que pasean por el camino, van a caer en mis habilidades para provocar estornudos y urticaria. Jugaré un rato antes de llegar a mi flor y polinizar. Un poco de diversión no hace mal a nadie.
Aprovechando una pequeña brisa me lanzo hasta el chico que casualmente está bostezando mientras camina. Quiero ver la reacción que le provoco al colgarme de su campanilla. En cuanto me agarro a su garganta me arrepiento de haberme arriesgado tanto, pues le causo tal asfixia que casi no salgo vivo de allí. Aprovecho la ocasión de su tos y salgo disparado hacia el almendro donde pertenece la flor elegida. Ella me mira sonriente, es tan bella, no la cambiaría por otra. Quizá no debería demorarme, otro polen se me podría adelantar. Pero las ganas de jugar me pierden.
Veo a una mujer caminando y gozando del buen sol que alumbra el día, así que decido echar una carrera e introducirme en uno de sus ojos. Me encanta ver cómo se inflama y se enrojece. Al rascarse con los dedos consigo aferrarme a uno de ellos y puedo comprobar, que varios compañeros aceleran el paso hacia el almendro. Así que decido soltarme y seguir la inercia del viento.
Me introduzco suavemente por la flor que me esperaba con los pétalos sonrojados. Y por fin polinizamos para que pronto salgan los mejores frutos de nuestro árbol.