«Soy lo peor y me admiro»

En esta época la gente me tiene más miedo que a Putin y eso me tiene cachondo todo el día. En las dos últimas primaveras me vi obligado a pasar casi desapercibido. Sinceramente, no veía la hora de que la mascarilla dejara de ser obligatoria. He vuelto con energías renovadas, dispuesto a lanzar toda  la rabia acumulada durante estos meses en los que no logré alcanzar los objetivos deseados. Por fin vuelvo a enviar gente al hospital, niños que apenas pueden respirar y se ven privados de disfrutar en la calle. De todos mis logros, os voy a contar el que me tiene más orgulloso.
Hace unas semanas el aire me llevó a uno de mis parques favoritos. Estaba eligiendo mi futura víctima. No me había decantado aún. Barajaba la posibilidad de amargar la vida a un niño pequeño que berreaba como un imbécil al ver su pelotita en el rio o un hombre amargado que pegaba a un perro que solo reclamaba un poco de atención. En esas estaba cuando una mujer se acercó al perrito.

-¿No le da vergüenza? Ensañarse así con esta pobre criatura.

-Métete en tus asuntos o el perro será el menor de tus problemas, amargada.- Escupió de malas maneras.

Lo tenía clarísimo. Decidí zambullirme por completo en la nariz de aquel llorica que inmediatamente cambió el llanto por estornudos. Cuando conseguí que sus vías respiratorias casi se hubieran cerrado, llegó la ambulancia. Mientras la mujer y el hombre seguían discutiendo acaloradamente, el perrito aprovechó para escapar de su agresor y se subió a la ambulancia. En ese instante decidí salir de su nariz y buscar mi próximo objetivo. Aquel cabrón ya no tenía ambulancia en la que salvarse ni tiempo para esperar la próxima.

Dos pájaros de un tiro. Putin me amaría.