Cada vez los sangrados de nariz eran más frecuentes. Las mucosas continuamente inflamadas. Todo el tiempo pendiente de la nariz.
En primavera era el polen. En invierno, la humedad. Siempre la nariz chorreante culpa de la alergia.
Tardó un poco más que el resto en darse cuenta de cuál era la alergia. Siempre hubieron detalles que llamaban su atención pero nunca se había parado a pensar en que significaban.
Esas pupilas tan enormemente dilatadas, que cuando las clavaba en sus ojos parecía que la iban a tragar. Ese entusiasmo, desmedido algunas veces, que de pronto lo embargaba y lo llevaba a manifestaciones por demás absurdas. Esas rachas de tristeza que seguían, desarrollando a pleno su personalidad de artista. Todas esas cosas ahora se acomodaban. Iban pesando.
Pero no fue hasta que una amiga le abrió los ojos que pudo sumar dos más dos.
Lo enfrentó, por fin, en un escenario único. Esperó hasta que propuso hacer un picnic a la luz de la luna como la primera vez.
"Es el momento de ser honestos" le dijo con el ruido del mar de fondo. "Es hora de que confíes en mí. Sabés que puedes hacerlo. Plenamente. Todo el punto de nuestra amistad es ese. Que podamos ser nosotros mismos sin juzgarnos. Me dijiste una vez que solo nos quedaba rescatarnos. Hagámoslo. Recién ahora nos vamos conociendo y, creo yo, aceptándonos así de trastornados como somos. Ya ninguno tiene una imagen idealizada del otro y por fin podemos ser francos.
Apoyate en mi. No siempre solo es mejor. A veces compartir..."
"Eso es cierto. Ya te dejo ver todo" le interrumpió.
No hubieron más palabras después de esas.
Un mes más tarde, esparcía las cenizas en ese mismo acantilado.
Me ha gustado mucho.
Felicidades.
Una historia apoteósica, el giro final es brutal.
Saludos Insurgentes