«Haciendo entrar en razón al Titán Loco»

Si mis compañeros de profesión supieran la clase de pacientes que he tenido me mandan a un psiquiátrico de un puntapié, y mira que en la vida puedes encontrarte a todo tipo de elementos, como aquel chico fanático del Joker al que tuvo que convencer que era una idea nefasta hacerse cortes en la cara para imitarlo, o aquel señor con agorafobia empecinado en que unos gusanos alienígenas irían a comerse su cerebro si se le ocurría poner un pie fuera de casa. Recuerdo pensar en aquel último caso: 'mezclar Lovecraft y Junji Ito con el crack destroza tu percepción de la realidad'. Viendo mi historial de pacientes creí que estaría preparada para lo que se me venía encima, aquella muchacha pelirroja de piel aceitunada tan solo era el anticipo de lo que estaba por llegar.

― Necesitamos que ayudes a nuestro padre antes de que cometa una locura.

La mujer casi arrastró a su progenitor a la consulta: un hombre calvo, grandullón, de piel similar al color de las ciruelas maduras. Por poco me destrozó el mobiliario mientras buscaba un asiento que se ajustará a sus gigantescas posaderas. En la primera sesión empezamos con lo básico, motivo de la consulta, datos personales, puro papeleo. En menos de cinco minutos tuvo que cancelar el resto de citas de la semana porque, en resumen, mi nuevo paciente era carne de cañón para innumerables sesiones de psicoterapia.

―Señor Thanos. Usted posee unas joyas de inconmensurable poder.

―Gemas del Infinito ―me corrigió.

― Exacto. ¿No cree que sería una mejor idea repartir los recursos? Crear más alimentos y casa, reduciría así el impacto ambiental y se ahorraría el mal trago de segar miles de vidas. 

―Mmm... Visto así me daría menos trabajo, sí.

―Piénselo bien. Después de su gran acción podrá jubilarse y dedicarse a su huerto por completo.