Empiezo a escribir este diario porque están sucediendo acontecimientos muy extraños en mi vida y quiero dejar constancia de ellos, no sea que, algún día de estos, ocurra una desgracia y me vea incapacitado para dar las explicaciones pertinentes. Quiero que todo el mundo tenga claro que no estoy loco o, al menos, eso creo.
Esta mañana, desperté con un dolor de cabeza horrible. Ni las peores borracheras de mi juventud me habían llevado a sentirme así de mal. Lo primero que he hecho, tras levantarme de la cama, ha sido acercarme al lavabo para echarme un poco de agua en la cara y, así, intentar despejarme. Al abrir el grifo, he alzado la vista un instante y, al ver mi rostro en el espejo, un terrible escalofrío ha sacudido todo mi cuerpo. Mis ojos amoratados parecían haber escapado, a duras penas, de un ring, mientras que el fino hilo de sangre, que nacía de mis labios, sugería que algo más grave había tenido lugar. Casi por inercia, he abierto la boca y he descubierto mis dientes y mi lengua teñidos, por completo, de ese mismo líquido oscuro y viscoso.
- “¡No puede ser!”- He pensado para mis adentros.
Acto seguido, he intentado hacer memoria de todo lo sucedido anoche y no he sido capaz de encontrar causa alguna que pudiera justificar la situación en la que me encontraba.
Después, he ampliado el periodo de análisis a todo lo acaecido durante el día de ayer. Ha sido entonces cuando, un recuerdo difuso, se ha convertido en una imagen completamente nítida. El hospital, ese enfermero extraño y aquella jeringa, penetrando en mi brazo, sin ningún tipo de compasión.
- “¡No puede ser!”- He vuelto a pensar.
Efectivamente. Mucho me temo que esa vacuna puede haberme convertido en zombie.
El giro final muy bueno.
Saludos Insurgentes