«JAMÁS LE CONTARON QUE VIVIR HACÍA DAÑO»

—Para mí la crueldad significa jugar al escondite con lo que realmente siento. Es ocultarme detrás del árbol y jamás encontrarme a mí mismo. 
 
—Para mí la crueldad es que te escondas detrás de ese árbol y yo jamás pueda ayudarte a conocerte, aunque ni tú mismo sepas cómo hacerlo.
 
—Serás cruel si sigues pensando que en algún lugar hay un espacio para nosotros, donde las calles sean de gominolas, la sangre de las noticias sea sirope de fresa y todo parezca una bien cuidada escenografía, donde el bullying solo sea un extranjerismo que no desgarra almas inocentes en las escuelas. 
 
—Para. No sigas. 
 
—Serás cruel si no reconoces el llanto silencioso de la violencia de género, o la fría y eterna tortura del esquizofrénico, que además de estar enfermo también sufre la condena de dar miedo a los demás. ¿Puedes hacerte una idea de lo que supone estar enfermo y que nadie se atreva a compadecerte? 
 
—No, no puedo, y lo siento. Pero de lo que tengo absoluta certeza es de que tú serás cruel si no comienzas a cuidarte, a envolver con tus manos tu pequeño mundo, a dar los abrazos pendientes, a morder las manzanas con ácidos mágicos; prohibidas a ti mismo solo por ti mismo. Hay elixires que sanan los corazones de personas tolerantes, a las que el simple hecho de existir les causa un dolor insoportable. 
 
—No quiero beber ese elixir. 
 
—Dame la mano y cierra los ojos. Por un momento el mundo dejará de ser mundo, y el árbol detrás del que te escondes desplegará sus ramas para abrazarnos.