No sé si es porque se me cansa la vista o es la forma que tiene mi hígado de decirme que suelte ya la botella de whisky, pero para mi gusto, el perchero que estaba a mi lado, en la barra del bar, se empezaba a parecer demasiado al legendario bandido Johnny Gun.
- ¿te vas a acabar el whisky?
“Perchero” Gun hablaba.
Lo peor de hablar es que te contesten.
- ¿De qué vas disfrazado “chalao”? – le increpó mi vecino orondo de taburete.
- Soy Johnny Gun, ¿tienes algún problema amigo?
- No, ¿y tú?
Era un “qué, qué de qué, qué de qué de qué” en toda regla. Gun abrió un poco su abrigo y enseñó su arma.
Apuré el whisky, que lo que va por delante, va por delante...
El orondo le dio con el culo de la botella de cerveza a Gun y éste cayó al suelo.
- Pistolas de juguete – sonreía mientras marchaba el parroquiano.
Me acerqué a Gun, parecía desvalido, indefenso, atemorizado.
- ¿Pistolas de juguete Gun?
- Soy Johnny Gun, he matado a más indios que cualquier otro - dijo con un hilo de voz.
- Pues habrá sido a sustos.
Johnny Gun se levantó avergonzado y como pudo se hizo uno con el perchero.
- Venga amigo, hora de marcharse – me despertó el camarero.
- Ha sido un sueño.
- Por cierto, me ha dicho tu amigo, el sombrero que te diga que no hay nada más triste que la triste realidad.
Muy bueno.
Saludos Insurgentes.