«LA INICIACIÓN»

—Ma, ¿por qué está viniendo tanta gente a casa?
—Cumples veintiún años, Bobby Ray. Hoy será tu iniciación.
—¿Iniciación a qué?
Un gran ruido procedente del sótano hizo que el joven abriera la puerta de acceso desde la cocina y bajara a toda velocidad.
—¿Qué ha pasado?
—Nada hijo —respondió Grandpa alarmado por su presencia—. Vuelve arriba, todavía es pronto.
—¿Pronto para qué? —insistió Bobby intentando ver a través de lo que estuvieran haciendo su padre y sus dos hermanos mayores.
—Déjalo, Grandpa. Ya es hora de que lo sepa. Te estábamos preparando una sorpresa—dijo su padre apartándose del corro—, para después de cenar.
—Pa, ¿quién es ese señor? ¿Y por qué está atado?
—¡Qué cateto eres! —dijo Doug, su hermano más mayor—. No hay ningún señor aquí, es un maldito negro.
—¡Y va a ser todo para ti! —comentó Cricket, su otro hermano, con envidia.
—¿Para mí?
—Ve con tu madre. Ya vendrás luego a matarlo.
Volvió contrariado y ayudó a preparar su fiesta. No paraba de llegar gente, nadie conocido. Todos comían, bebían y reían, pero Bobby creía que estaba viviendo la pesadilla más aterradora del mundo.
Aprovechó el barullo que había para escabullirse al sótano. Una oscura figura se encontraba maniatada en una silla, bajo la tenue luz producida por una bombilla sobre su cabeza.
Se apresuró a colocarse detrás suya y, con ayuda de su navaja multiusos, comenzó a cortar las bridas que le unían las manos y los pies.
—¿Qué haces, Bobby Ray?
Levantó la cabeza asustado y vio a su madre.
—¿Cómo que qué hago? Intento liberar a este pobre hombre.
Peggy Sue dio un fuerte silbido y la cabeza de Cricket se asomó desde la cocina.
—¿Qué se te ofrece, Ma?
—Llama a todo el mundo, creo que tenemos dos animales que sacrificar.