«La llama de la revolución»

Aquí llegan a juzgar todos aquellos que temen lo que no pueden controlar, aquellas almas débiles que se horrorizan cuando sus cortas miras no alcanzan a comprender lo que acontece ante sus ojos...
Soy hija de la naturaleza, mis brebajes más de una vida salvaron, mis hungüentos más de una lesión sanaron.
Hoy me encuentro sobre un altar de paja, maniatada por aquellos a los que mis conocimientos ayudaron en su día, insultada y despojada de toda dignidad por aquellos que se hacían llamar mis vecinos.
No temo a la muerte, pues bien sé que, en otra vida, quizás, las sandeces por las que hoy se me condenan hayan quedado en un arcáico pasado. 
También soy consciente de que, la época que me ha tocado vivir, es una época de odio hacia todo cuanto el HOMBRE no puede controlar; pero, amigos míos, no os dejéis engañar... Quemando a la bruja no os libraréis del futuro que os aguarda, es más, prenderéis la llama de la revolución.
Puede que yo sea la primera en morir por revelar conocimientos que se escapan a vuestro entender, pero os aseguro, que, mi legado, no quedará huérfano; mis hermanas, ellas se encargarán de perpertuar nuestro legado.
Y, puedo asegurar con total certeza, que, llegará el día en que el sol cálido de la clemencia y la comprensión alumbre a esta, nuestra minoría, haciendoos ver a vosotros, pobres incultos, que brujería es una falsa definición de nuestra praxis... Nosotras somos curanderas, sanadoras cuyos brebajes calman vuestros males, mujeres cultas que estudian lo que la madre naturaleza les proporciona... 
Pero, tranquilos, no juzgo vuestro miedo hacia nuestros conocimientos, no en una sociedad tan súmamente podrida por valores que existen desde, me atrevería a asegurar, demasiado tiempo.
Así que, sin miedo alguno, me enfrento a mi cruel destino...