«Su ciega fe»

Se llevaron a mis hermanas. Esos ignorantes, cegados por las palabras de un embaucador, las arrancaron de sus sueños golpeándolas y ahora pretenden ahorcarlas, ¿y por qué? ¿Por conocer las propiedades de las hierbas? ¿Por saber más que esos autodenominados médicos que más bien deberían llamarse carniceros? La ira me carcome, la oscuridad que me rodea tan solo rota por la débil llama de una vela que no se atreve a llamar la atención. Pero mis hermanas no, aunque deba pactar con el mismísimo diablo que tanto parecen temer, no será un soga estrangulándolas lo último que sientan sobre su piel. 
Ya lo decía mi abuela, no hay peor ciego que el quien no quiere ver, pero pensaba usar esa misma ceguera para liberar, esta misma noche, a mis hermanas. Un plan, trazado con detalle, con cautela y con todo mi ser, con el único objetivo de recorrer de nuevo los vastos bosques, lejos de toda acusación, lejos de toda mirada recelosa. Sé que los árboles me ayudarán, la tierra bajo mis pies me impulsará, pues igual que la naturaleza, nosotras ni podemos ni queremos ser controladas. Somos escurridizas como el ratón; vigilantes como el zorro; fuertes como las flores silvestres que ni las más rabiosas de las tormentas consiguen arrancar. 
Mis manos moviéndose más rápido que mis pensamientos, manchadas de tinta, esgrimiendo un plan, hasta el último detalle y que solo ese viejo trozo de papel conocerá. Ni me verán ni me oirán pues la bruma y la lluvia serán mis aliadas y mientras rompa sus cadenas los truenos nos acompañarán. Pues esta noche las liberaré, aunque deba derramar sangre, esta noche volveremos a ser tres.