«Menuda bruja estás hecha...»

                         

                        Ya están aquí. Se arrastran  por el bosque  como alimañas susurrando para que no les oiga y  luego aporrean la puerta como bestias desalmadas. ¡Qué cruz me ha caído, dios mío! Me mudé a principios del siglo XVIII  huyendo de las ataduras de las tecnologías y … voilá! todas las noches la misma serenata. Se ve que no tienen a nadie más a quien culpar de su mierda de vida. Tranquila Iluminada, tranquila.- Acaricio las orejas de mi gata aparentando serenidad, pero sé que me está costando un úlcera péptica. No quiero que se ponga nerviosa o esta noche  no pegaremos ojo. ¿Abro la puerta  o no la abro? He ahí el dilema.  Tendré que abrir  porque si no, la  tirarán  abajo y no gano para pagar al carpintero. ¡Vaya! Ya la han tirado ellos. Ya me han alterado a la gata. A ver cómo la bajo después de la lampara.
-¿De qué se me acusa en esta ocasión? ¿Pensáis arrastrarme de nuevo en medio de la noche para encender una fogata que os caliente vuestros famélicos sacos de huesos? No habéis aprendido nada...definitivamente sois solo un grupo de brutos e ignorantes que disfrutan con el dolor ajeno. Luego dicen que la bruja soy yo. -No sé ni para que me molesto en hablarles si ya me están haciendo comer el polvo del camino. De hoy no pasa sin que les de un buen susto a estos cabrones. De nuevo la misma hoguera, la soga cada vez más gruesa. Apenas peso 45 kilos, pero les doy más miedo que un nublado. 

                    -Hoy arderás en el infierno.- Gritan todos al unísono levantando sus puños al aire. Veo a Iluminada, mi amada gata, entre la multitud. Todo está bien.
 
                     -¿¿¿Qué ha pasado??? ¿¿¿Dónde está la bruja???

                     -Menuda bruja estás hecha Iluminada.