Tirso escapa con su diario, ha sido mordido y está exhausto, pero camina sin parar, - un sargento nunca decae-dejando atrás el infierno de su pueblo gallego ¡Ánimo valiente!
Existían ciertos atisbos que señalaban a un apocalipsis zombie y nadie quería creerlo, pero ha ocurrido y un virus mortal ha mutado en un laboratorio escocés, propagándose ipso facto, dando lugar a un episodio estremecedor.
No hay rastro de vida humana, los muertos vivientes están por todas partes bajo la influencia del maldito virus.
Nuestro militar sigue escribiendo en su diario, han pasado dos meses y quiere morir como humano, ha oído hablar de la Resistencia, una organización humana, pero no sabe cómo localizar dicha agrupación.
Amanece soleado y los convertidos están escondidos, algo se mueve, nuestro protagonista corre en su busca, es un pastor alemán famélico. - ¡Eh, perro! ¡Ven aquí! Te llamaré Tobías.
El gallego tiene un nuevo amigo, el can bebe y come con ansía.
Anochece y nuestro sargento hace noche en una casa abandonada, el frío es estremecedor, pero no puede hacer fuego porque los convertidos podrían delatar su posición.
Tobías ladra con insistencia, hay alguien más; dentro de un armario aparece una adolescente armada con un cuchillo. - ¡Tranquila! ¡Soy de los tuyos! ¿Cómo te llamas?
- Soy Sara y esta es mi casa.
- ¿Has oído hablar de la Resistencia? - Por supuesto, pertenezco a ella y conozco a Jonás, su líder.
Tirso ha encontrado a los suyos y hay que actuar, le queda poco para ser un convertido, el mordisco en su brazo hace varias lunas así lo atestigua y solo la chica lo sabe.
-Sara, ¡Clávame tu puñal! no quiero ser uno de ellos y me queda poco, solo te pido que entierres mi cadáver y te hagas cargo de Tobías.
¡Viva la Resistencia!