Bruno llevaba gafas con parche desde los 3 añitos y en el colegio los niños se reían de él sin entender que sin sus gafas no podía leer, ni escribir correctamente. El pasado año había roto cinco pares defendiéndose de los manotazos que entre burlas cruelmente le propinaban.
-Este año encontrarás amigos que te quieran por ser una personita buena y amigable. Todo irá bien. Y ahora ¡A dormir! Mañana es el primer día de clase…-
Esa noche los dos tuvieron la misma pesadilla.
En el recreo, uno niño le dio una bofetada y se las tiró al suelo. Todos rieron sin importarles sus las lágrimas. Cuando las recogió estaban rotas.
Esa tarde en la óptica Bruno eligió unas llamativas gafas azules.
Al día siguiente toda la clase salía de excursión al campo. Bruno estaba muy contento aunque los niños seguían riéndose de él.
De pronto un torbellino de arena envolvió a toda la clase. El aire levantaba la arena con fiereza pero Bruno, llevaba unos cristales tan gruesos que impedían que se metiera en sus ojos y consiguió salir del tornado con éxito. Todos los niños estaban sentados en el suelo, cegados y asustados.
Con sus magnificas gafas azules entró una y otra vez, hasta que consiguió sacarlos a todos de la peligrosa situación.
Sus gafas arañadas estaban destrozadas.
Los compañeros guardaron silencio avergonzados durante todo el viaje de regreso.
Al despertar Bruno pidió que le permitiera ir sin gafas. Prefería no ver, a que los demás compañeros se rieran de él.
La madre relató su sueño e hizo una petición en el WhatsApp del colegio.
Bruno entró en clase, se quito su nueva gafa azul y emocionado se froto los ojos. Todos sus compañeros llevaban gafas azules, “sin cristales”, iguales que las suyas.
Un abrazo.