La jaula estaba vacía. Megan miró en el cajón derecho de la mesa de la señorita Madison. No había nada. ¿Dónde se habría metido el pequeño Peter? Rudy y el resto de la pandilla pensaron que quizá había salido del laboratorio.
—¿A dónde iríais vosotros si fuerais un ratón? —dijo Steven.
Se miraron unos a otros y se dieron cuenta de que ya tenían la solución: la cantina. Corrieron a través del pasillo de la planta baja armando un gran revuelo. Cuando llegaron , la puerta estaba abierta. María, la cantinera, estaba fregando el suelo.
—¿Dónde creéis que vais? ¡La cantina ya ha cerrado! Además, ¿no deberíais estar en clase?—dijo sonriendo.
—María, ¿has visto a Peter? Venimos del laboratorio y allí no está. Si se entera la señorita, nos matará. Hemos perdido a la mascota de la clase.
—¡Ozu!¡Otra vez de ha escapado ese bicho! —dijo con una gracioso acento sevillano. No lo he visto y como lo vea...—dijo apuntándoles con la fregona.
De repente, se oyó un grito. Los chicos se giraron y vieron a una chica corriendo. El pequeño Peter acababa de pasar. Siguiendo el rastro que había dejado el ratoncillo, cruzaron el hall y entraron en conserjería. Megan había visto a Peter meterse debajo de la máquina fotocopiadora.
—¡Ya lo tenemos! Lo único que tenemos que hacer es ponernos uno en cada lado de la fotocopiadora con una bolsita abierta, así no tendrá escapatoria.
Los cuatro amigos cogieron bolsas y se colocaron en posición. Megan movió un poco la máquina y Peter salió corriendo en dirección a la bolsa de Rudy.
—¡Lo tengo! —exclamó el chico.
Todos miraron la bolsa transparente. Peter los miraba mientras les hacía una peineta.