A pesar de que Cayo pertenecía a una de las familias patricias mas conocidas de Roma, no estaban pasando por sus mejores momentos económicos, así que su madre Cornelia decidió que era mejor que comenzara su educación en la ludus publica.
Cada día, casi sin que el sol hubiera salido, uno de los esclavos acompañaba a Cayo y le esperaba hasta que terminaban las clases, seis horas después, llegado el mediodía. Cayo no era un niño muy sociable, sufría de frecuentes ataques que le hacían caerse y echar espuma por la boca. Cuando Cayo sufría uno de sus ataques, las clases debían ser interrumpidas, circunstancia que irritaba bastante al ludi magister, un griego llamado Apostolos.
Apostolos decidió que Cayo siguiera las clases a cierta distancia, para evitar las interrupciones. Eso no amilanó al muchacho, que era uno de los mas aventajados y estudioso del ludus. A pesar de tener que seguir las clases a cierta distancia y no poder escuchar con claridad las explicaciones del ludi magister, Cayo consiguió obtener una educación que superaba con creces a las de sus compañeros, los mismos que a menudo se burlaban de él por su enfermedad.
Cuando a los doce años, se le impuso la toga viril, Cayo era uno de los muchachos mas inteligentes y con mas conocimientos de toda Roma. Con el tiempo se convirtió en el hombre mas influyente y poderoso del imperio. Pese a ello y su posición, nunca quiso vengarse de aquellos chicos que se burlaban de él, les perdonó e incluso les nombró senadores. Sabía que su remordimiento haría que le fueran siempre fieles.
Su nombre completo era Cayo Julio Cesar.