Son las 12:30, normalmente a estas horas comíamos en la playa, la sandía troceada que preparaba siempre en la fiambrera. La llamaba a voces para que se acercase a la toalla porque ella pasaba la mañana entera jugando a hacer castillos de arena en la orilla.
Maya es una niña muy independiente, muy guerrera también, tiene a quien salir. Ella no quería jugar con otros niños a la pelota, ni compartía su especial habilidad de hacer castillos de arena con nadie. Nada más llegar a la playa, se quitaba mi pareo de flores rosas, le gusta vestir como “mami”, abría su mochila de los juguetes de la playa, cogía la pala, el rastrillo y dos cubos y corría hacia la orilla sin alejarse demasiado de mí.
Aunque Maya es muy independiente, tiene muchos miedos, no le gusta estar lejos de mí. Se ha criado solo conmigo, su padre nos abandonó antes de que ella naciera, decidió que era mejor idea irse despidiéndose con una nota.
Nunca entendí lo que sucedió, tampoco lo pretendo a día de hoy, ya es pasado.
Maya me recuerda todos los días que de mayor quiere ser como yo. Soy escritora de cuentos infantiles, la mayor crítica de mis obras es ella, la que los escucha antes que nadie, la que reacciona a ellos antes que miles de familias se lo lean a sus hijos.
Ahora mientras ella está en su primer día de cole yo estoy sola echándola de menos porque su inocencia me ayudaba a despejarme entre párrafo y párrafo. Ha llegado incluso a ser mi inspiración para muchas de las historias que he publicado. ¿Cómo estará? Tengo miedo. Maya es cauta e independiente pero no está acostumbrada a estar con niños de su edad. Ojalá todo vaya bien.