Mente cruel
Gritos, y más gritos… Yo estaba ahí, sentado disfrutando de la tranquilidad de mis últimos momentos en libertad.
Yo, hacía tiempo ya que había asumido las consecuencias de mis actos… Sabía que este día iba a llegar desde el momento en que le clavé la cuchilla en el cuello a Anastasia.
Oh, Anastasia, querida hermana, ¿Por qué no cerrabas tu habitación al dormir por las noches? Hay mentes crueles por ahí vagando en busca de dolor ajeno.
Escuché otro grito y otra amenaza y me acordé de Víctor… El leal y confiable Víctor, ¿Por qué me seguiste al río Nablo, Víctor? ¿Creíste, dulce amigo, que no te arrancaría las tripas entre las aguas cristalinas del río Nablo?
Otra vez aquellas voces agudas e inocentes… Mariah pensó que era buena idea ordenar a su infanta de diez años a comprar pan sola… Oh, Mariah, nadie te dijo que abrazarías al asesino de tu hija en su funeral.
Las voces seguían y seguían cada vez con más fuerza, con más crueldad… Pero ni la centésima parte de la crueldad mía, al enviar el cuerpo de aquel padre de familia a sus hijas para que hiciesen la comida del Domingo Santo pensando que era carne de animal.
—Ni se te ocurra moverte
Reconocí aquella voz. Era Elena, una honrada miembro de la brigada criminal a quién le había dejado a ella viuda y al feto de su vientre huérfano… Quisiera pedirte disculpas, Elena, pero no puedo… Mi mente no me permite más que llevarte a ti y a tu hijo a la compañía de tu querido esposo.
Así es como ardimos en llamas, Elena y su hijo, yo y todos aquellos que habían venido a hacer justicia a mis víctimas. En realidad, yo no estaba dispuesto a perder mi libertad.
Gran relato!
Saludos Insurgentes