«Mi último viaje»

Luis comenzó a contar aquella historia, pero su visión era totalmente distinta a la mía. Él no estuvo allí, bueno sí estuvo pero él no lo vivió en primera persona. Yo tendría unos ocho años y esa tarde llegamos a la feria temprano. Fuimos con mis tíos, primos y mi amigo Luis. Estábamos deseando montar en la noria, bueno ellos más que yo. A mí me parecía demasiado grande y las alturas no eran lo mío. Pero mi prima, Ana, no hacía más que insistir e insistir. Así que, pese a mis dudas, accedí a un solo viaje en noria. Cada paso que daba, mis nervios y mi angustia aumentaban y eran inversamente proporcionales a las ganas. Tenía un presentimiento que no podía comentar a mi prima, ya me tachaba de paranoico, como darle pie a más argumentos. Además, seguro que les decía a los otros que estaba cagado de miedo, siendo pasto de sus bromas durante muchos años.  Así que mi silencio, mi miedo, mi prima y yo nos metimos en la cabina. Creo que éramos muchos porque aquello solo aguantó una vuelta. Nada más dar una vuelta completa y ver las risas de las figuras que miraban, el ritmo descendió hasta que un crujido enorme terminó por parar esa rueda gigante. Mis oraciones, que yo creí las hacía en silencio, se acompasaron con el balanceo de la cabina. Mis ojos cerrados se negaban abrir y mis maldiciones empezaron a sonar más que mis oraciones. Después de cuatro o cinco horas allí colgados, ya no me quedaban palabras, ni oraciones, ni ganas de mirar a mi prima. Creo que esa fue la última vez que hice algo que no quería y que he estado a tantos metros del suelo. He sido incapaz de ver la vida desde las alturas.