‒ ¿Para darme esta mierda de consejo estudiaste durante años en la facultad? ‒ se revuelve lanzando con contundencia el vaso de cristal al suelo.
‒ Laura, cálmate. Este es un espacio de paz y confianza. Aquí estás segura.
‒ De lo que estoy segura es de que no tienes ni puta idea de lo que dices.
‒ Laur… ‒ logra apenas emitir pero decide tomar unos segundos para rediseñar su siguiente frase ‒ ¿Qué sucede exactamente?
‒ ¿Sabes qué es levantarte cada mañana para ir a rodar sabiendo que eres insignificante? ¿Vestir siempre con el puto mismo mono rojo? ¿Tener que estar diez horas al día en un plató fingiendo una constante angustia para que a lo largo de dos temporadas tu cara aparezca únicamente durante 12 segundos?
‒ Es la serie del momento. Deberías estar orgullosa de aparecer en ella.
‒ ¡Cuando más salgo es cuando tengo la maldita máscara puesta! Soy una miserable rehén del montón. ¡Ni siquiera tengo nombre! Pero a esta panda de lerdos les dan nombres de ciudades y se convierten en estrellas de la noche a la mañana.
‒ Quizás lleven muchos años intentándolo y finalmente les haya llegado el ansiado éxito. Pronto te llegará a ti también.
‒ En mi trabajo sabes que has triunfado cuando mueres a cámara lenta. Cuando enfocan los rostros de otros personajes mientras te apagas. Cuando tienes ese último minuto en el que, herida de muerte y cubierta de sangre, balbuceas cuatro frases fundamentales que cambiarán drásticamente la trama.
Se levantó de un salto del mullido sofá. Sin precaución alguna, seleccionó uno de los fragmentos de cristal del suelo y se lo clavó en su propio cuello. Ensangrentada sobre la alfombra, al borde de la muerte y bajo la atónita mirada de su terapeuta, se percató de que no tenía nada relevante que decir.
Enhorabuena Mikel.
Saludos Insurgentes.
Muy bueno.