«No soy la criminal aunque mi cerebro me lo diga»

Al principio lo vi como algo normal. A cada golpe, me decía que me lo merecía, que no había hecho lo que debía. Tenía tan interiorizada la idea que la culpa era mía, que ni se me cruzaban por la mente otras posibilidades, y mucho menos la de ser víctima de maltratos. Era yo, quien me sentía la criminal, al no hacer algo como él quería, al no cumplir las expectativas; me sentía pequeña e insignificante. Creía que él iba primero y pensar diferente me convertía en alguien egoísta. Siempre tejía una buena excusa para cada moretón, para cada grito, para todo. Mi mundo era él, ¿qué haría yo sin esa persona? Así pensé durante años y no fue fácil cambiar por entero una conducta una mentalidad, dejar de verme como la criminal para empezar a verme como la víctima. Lloré, me sentí culpable, un monstruo que era poco más que un insecto que nada merecía: Porque creía que mi felicidad se basaba en la de él, que ese era mi propósito. Pero poco a poco, muy débil al principio y asustada, me abrí, me alejé de él, me junté con otras personas que nada me pedían más que un café y compañía. Todo se me hizo extraño. Cuando empecé a ver, meses después, que la gente no me gritaba por no hacer algo más rápido; que nadie me golpeaba si les molestaba de alguna forma. Y aún, a día de hoy, mis dudas me carcomen, pero me volví un poco más fuerte. Vi que no estaba sola ni que era ese monstruo que me hizo creer. No me es fácil, pero pocas cosas lo son, lo que me motiva: sentirme algo más viva cada día. Había olvidado lo agradable que era.