«Pinzón»

Julia contaba a su hijo una historia antes de dormir:

«Nuestra mascota de clase era un canario amarillo como el sol. Le llamamos Pinzón. Un día lo encontramos por el patio con el ala rota, tratando de volar sin apenas levantar un centímetro del suelo antes de caer. La profe no dudó en cogerlo y entre toda la clase lo cuidamos durante lo que quedaba de curso.

»Llegó el verano y todos nos despedimos de Pinzón, que quedó con la profesora. Al entrar septiembre volvimos con unas ganas locas de ver a Pinzón. Nos encontramos con la sorpresa de que no estaba en su jaula.

»“¿Dónde está Pinzón?” preguntamos a la profesora que nos dijo: “Pinzón se ha ido. No era nuestro. Nosotros lo curamos y ahora ya puede volar.”

»Nos quedamos un poco tristes pues Pinzón nos había acompañado durante mucho tiempo.

»Jugando en el recreo me pareció verlo entre las ramas de unos árboles. Mientras los demás jugaban, yo me sentaba todos los días esperando encontrar al pájaro que tanto echaba de menos. Un día, por fin logré avistarlo. Estaba junto a otro canario un poco más pequeño del mismo color amarillo del sol.

»“¡Es Pinzón!” grité y toda la clase acudió. Parecía feliz junto a su nueva amiga. Se turnaban para coger ramitas del suelo y subirlas a su nido.

»Todos los recreos intentábamos ver a Pinzón. No todos lo conseguíamos. Cuando lo lográbamos ver de lejos sabíamos que era mucho más feliz que en la jaula de clase.

»Es lo mismo que harás tú algún día hijo mío. Cuando te haya enseñado a volar te irás de casa y te alejarás de mí. Yo intentaré no ponerme triste, porque será lo que tienes que hacer.

»Es por esta historia, cariño, que te pusimos de nombre Pinzón.»