¿Sabes ese instante en el que te encuentras físicamente en un sitio, pero tu mente viaja a cien años luz? Pues así estaba yo, alejándome del presente y recordando cómo empezó todo. Cuando decidimos dejar de ser dos. Pero ese día no llegaba, y mira que lo intentábamos, mucho. Pasaban los meses y un nuevo fracaso. Pasaban los años y seguíamos esperando. Hasta que una noche, mirándome fijamente a los ojos, Jaime me dijo:
─ ¡Nena, esta noche triunfamos! ─. Y vaya si triunfamos. ¡Gemelos! Así, sin antecedentes, ni anestesia, es un decir.
Fue verlos y decidirlo. Los quería disfrutar, no perderme nada, que no me lo contasen. Y solicité una excedencia en el trabajo, hasta que los chicos fueran al colegio. Tres años en los que me volví egoísta y absorbente, una madre coraje. Jaime con su bola de cristal, no paraba de repetir:
─ Esto satura, esto es demasiado para cualquiera ─. Pero esta vez se equivocó. Me lo pasé genial.
Fue una elección libre, no me arrepiento. Dormí, comí, lloré, me divertí y crecí con ellos. Aún recuerdo el día que aparecieron en la cocina con la cara totalmente blanca. Fue al acercarme a ellos, cuando descubrí que lo blanco no era pintura sino crema. Habían utilizado la pomada para las irritaciones del culo. El tubo entero, a 30 euros el tubo. ¡Pero no sabéis cómo se les quedó el cutis! Exacto, así. Más de una vez he pensado en probarlo.
Hoy es su primer día de colegio y mi vuelta al trabajo. Ya no son bebes, necesitan compañeros y yo quiero regresar a mi vida adulta. Tener conversaciones coherentes de temas variados, sin gritos, ni llantos… En ese momento, noto que alguien tira de mi manga con insistencia. Miro hacia abajo y oigo decir:
─ Profe, ¿cuándo viene mi mamá a buscarme?
Veo que dominas la formalidad del diálogo. Enhorabuena.
Me ha gustado el final. Una mujer que quiere volver a su rutina pero su rutina son los niños. Son esos casos en los que la decisión de ser madre es REALMENTE a conciencia. Es de alabar ese convencimiento.