Mi nombre es Marcelo Ríos. Y estoy en un lugar donde no debería estar, con un cliente que no parece querer lo que traigo. Pero muy amablemente me ha invitado a su casa.
El caso es que esta noche yo estaba en la tienda de Muerdepizza, empezando a trabajar de repartidor con moto, y llegó un pedido para mí. Mi primer pedido. El primer dinero que iba a ganar tras cinco años desempleado. Recogí la pizza, una cuatro estaciones con extra de queso, y salí disparado a la dirección que me indicó el encargado.
Sin embargo, algo extraño ocurrió durante el trayecto, ya que pasé por dos especies de túneles, uno negro y otro amarillo, y aparecí en un lugar apartado, parecía la cima de una montaña nevada, en la entrada de un inmenso y lóbrego castillo. Me quedé desorientado y perdido, y traté de llamar a mi encargado para contarle lo que me había ocurrido. Sin embargo, el móvil no funcionaba, y desesperado, decidí llamar a las puertas del castillo para ver si su dueño podía orientarme.
Me acerqué con algo de respeto, por no decir temor, ya que el aspecto en general de aquel edificio era bastante descuidado, lleno de ruinas y telarañas. Fui a llamar a la puerta y mi sorpresa fue mayúscula cuando aquel enorme portón se abrió de forma automática.
Sobrecogido, entré a un oscuro y enorme recibidor donde, en lo alto de un piso, agarrado con sus largas y huesudas manos a una escalera, me esperaba un personaje alto y de aspecto sombrío, vestido con una anticuada ropa señorial.
- ¿Es usted el dueño del castillo?- Yo soy… Drácula, señor repartidor, y le doy la bienvenida a mi morada. Pase usted libremente y por su propia voluntad a mi casa.
Es un tipo extraño, y amable. ¿Querrá la pizza?
Jejejeje
Saludos Insurgentes
Un relato ingenioso y bien cuidado.
😉👍🏼