Mientras escucho las campanadas que marcan el fin de este año pienso en cómo encarar el nuevo, pienso en cómo la guerra va cambiando nuestras rutinas, y cómo hará que poco a poco dejemos de reconocernos frente al espejo.
Si hace unas horas me sentía la mujer más feliz del mundo pensando que Luis iba a proponerme matrimonio en la cena romántica que había preparado, ahora no logro entender cómo ha podido decidir ir como voluntario a luchar por una causa, que ya nadie sabe cuál es, mientras me pide que yo lo espere.
¿Esperar a quién?. He visto a muchos volver del frente y tengo bien claro que no son la misma persona cuando regresan a casa. Me asombra ver que tiene tan claro que él me amará sin saber quién seré yo cuando él vuelva, porque no cabe duda que a mí también me cambiará toda esta locura.
Sé que Luis no entiende, ni va a entender mi decisión de no esperarlo, después de los años que hemos compartido juntos, y que nuestros padres montarán en cólera, ya que se espera que nuestra unión sea lo más destacado de la sociedad.
Va a ser muy difícil, pero mientras escucho las campanadas que dan la bienvenida al nuevo año, me prometo a mí misma que quiero tomar decisiones, no quiero ser ni decisiones de otros, ni esperas.
Mientras toco mi tripa y te intento poner cara, pienso en cómo voy a educarte en medio de todo esto. Pero no siento miedo, ese será mi propósito, educar a todos los que se encuentren solos.
Si esta guerra ha de cambiarme, que no lo haga en alguien a quién tema cuando vea en el espejo, si no a quien sepa capaz de sonreír y decirle: “lo estás haciendo bien”.
Me ha gustado.
Saludos Insurgentes