«Separación»

Estaba devastado. Después de la prematura e inesperada muerte de su querida esposa, su hijo era todo lo que tenía, lo único que le quedaba, lo único que le instaba a seguir aún con vida y lo único que lo frenaba de reencontrarse en el más allá con el ser que más había amado en su triste y desolada andanza por el mundo.

--Papá, ¿te importaría revisar mi maleta? Ya sabes que siempre se me suele olvidar algo. 

Y ahora se marchaba. Se alejaba de su lado. Todos los regresos a clase siempre habían sido duros, pero esta era la primera vez que suponía una separación real. Después de unas largas e insoportables seis horas, su hijo no regresaría con él a casa, sino a un apartamento de mala muerte que había alquilado en la gran ciudad para tener un acceso más fácil y cercano a la universidad. 

--Yo lo veo todo en orden. 

Sintió un nudo en la garganta. No podría protegerlo. No podría protegerlo igual que había sido incapaz de proteger a su mujer ante las manos de su ejecutor. Se le revolvió el estómago. 

--Pues entonces me marcho, que me están esperando. 

Abrió lentamente la puerta, dispuesto a dejar marchar a la razón por la cual se levantaba por las mañanas y seguía respirando, pero se detuvo, sorprendido, cuando se vio envuelto en un cálido y a la vez tembloroso abrazo. 

--Te quiero mucho, papá. 

Notó cómo frías lágrimas se deslizaron por sus mejillas hasta encontrarse en un punto común de su barbilla. 

--Yo también te quiero, hijo.