Odiaba los putos martes. Especialmente a las 10:43 de la mañana, cuando él tenía consulta. Lo primero que nos enseñan en la carrera es a no involucrarnos con los pacientes, claro que es imposible no hacerlo cuando quieres estrangularle a cada momento.
Tomo una respiración y me atrevo a entrar en mi sala de consulta, en algún otro mundo seguro que estaban sonando lo timbales de guerra. Preparándome para lo peor. Abro la puerta, y el chirrido de las bisagras fue un golpe directo a mi estómago.
- Llegas tarde. – señala él sentado con la espalda muy recta en el diván. – Ese retraso no lo pagaré.
Dibujo una sonrisa tensa en mis labios. – No esperaba menos. – hago un movimiento controlado con mis manos señalando la habitación. - ¿Empezamos?
Porque definitivamente cuanto antes empezásemos antes terminaríamos.
- Tengo que contarte muchas cosas, pero claro la mitad de ellas tendré que traducirlas o no las entenderás. Una lástima que tu título no te permita entender todos mis problemas, ¿no crees?
- Bueno, no soy físico.
- Yo tampoco. Soy doctor licenciado en física teórica.
Por supuesto que lo es. Lo repite al menos tres veces en cada una de nuestras eternas sesiones. Me siento en el sofá, y con cordialidad le dejo que me hable sobre sus problemas. Tengo muchos pacientes además de ese maldito listillo, pero ninguno es capaz de expresar sus problemas con tanto dramatismo y falta de empatía por el resto de personas.
Yo quería estrangularlo con solo una hora semanal de consulta. ¿Qué pensarían sus jefes? ¿Y su compañero de piso? Definitivamente debía de tener aún más ganas que yo que al “licenciado en física” le ocurriera alguna tragedia, o que perdiera la capacidad de hablar. Sí, eso sería suficiente.
- ¡¿Me estás escuchando?!
Desgraciadamente.
Buen relato, enhorabuena.
Saludos Insurgentes.
Un buen relato 😉👍🏼