La mañana de Reyes, los niños del orfanato se despertaron, muy temprano, para ir a abrir sus regalos. Se calzaron y salieron corriendo, escaleras abajo, hacia el salón del centro, donde, bajo el gran árbol de Navidad, aguardaban decenas de regalos para ellos. Sin pensárselo dos veces, los pequeños se abalanzaron sobre los paquetes, buscando sus nombres en las etiquetas y, una vez localizados, los cogieron y se fueron distribuyendo por la estancia para abrirlos.
Desde una de las esquinas, el benjamín del grupo, observaba el ajetreo de la mañana con una sonrisa en sus labios. Al darse cuenta de la situación, otro de los niños se acercó a preguntarle cuál era la razón por la que él no había abierto ningún regalo todavía. El pequeño, le miró, acentuando aún más su sonrisa y le contestó que él ya había recibido su regalo de Reyes. El otro, asombrado por la respuesta, insistió para que le contase en qué consistía aquel regalo invisible que había recibido. El primero le replicó, nuevamente, indicándole que, en su carta a los Reyes Magos, únicamente había pedido una cosa y ya se había cumplido. Su mayor deseo era ver a los demás niños del orfanato, al menos, igual de felices que él. Por ello, sabiendo que lo que más ilusión les iba a hacer era poder disfrutar de sus regalos, había pedido a los Magos que ninguno de ellos se quedara sin regalos aquel día.
Entretanto, se acercó otro niño y le dio un paquete con su nombre. Contenía una carta en su interior en la que podía leerse: “Sabemos que este regalo no te hará sentir tan bien como ver a tus amigos tan felices pero, este año, más que nunca, te lo has ganado por tu forma de ser.”
Enhorabuena
Saludos Insurgentes