Escondido en el cuarto de baño no ceso de apretar el maletín contra mi pecho. Mi pulsera inteligente vibra furiosa en mi muñeca, Spinelli no deja de llamarme. Como no conteste le acabará dando un ataque.
― ¿Se puede saber donde te habías metido Carlos? ¡¡Llevo horas tratando de contactar contigo!!
Suspiro y me seco el sudor de la frente.
― Perdóname Nere. He estado muy ocupado estos últimos meses y… Tengo que colgar, sino perderé mi último vuelo a México.
No puedo contarle nada, no quiero implicar a mi mejor amiga en esto sino también la perseguirán, pero su paciencia se ha agotado. El huracán Spinelli es imparable.
― No te he visto tan nervioso desde aquella vez que la testo dejó la cara de Joan como una paella. ¿Qué viste en esos archivos?
Me pitan los oídos. Escuchar el nombre de mi novio hace que me tiemblen las manos. Si… Si no saco todo a la luz, mi querido Joan, Spinelli y más personas acabarían…
― Carlos, suéltalo. Te llamo desde una línea segura. Nadie puede contra la mayor hacker de toda España.
Algo en sus palabras activa un mecanismo dentro de mi cabeza y, entre susurros temblorosos, acabó vomitándole toda la información que he recopilado a sus espaldas. Muchos países implicados, nombres de famosas compañías farmacéuticas, experimentos con humanos, mares y bosques devastados... Casi se me quiebra la voz al revelarle la última bomba: medicamentos recién sacados al mercado, drogas disfrazadas como productos inocuos cuyos efectos secundarios serían devastadores para personas transgénero, enfermos de cáncer, mujeres fértiles... El resto de la población no rica tampoco se libraría.
― Ósea, además de destrozar el Amazonas, están organizando un genocidio a escala mundial. ¡No van a salirse con la suya, Carlos! ¡Tengo un plan! Reúnete conmigo ahora mismo en mi piso. ¡Vamos a detener a esos malditos bastardos!